Revisando correos, de esos que tengo guardados porque en su día me impresionaron de alguna forma, encontré este que me decido a copiar con todo mi respeto y cariño.
Permitidme un huequecito para compartiros un relato que he escrito. Pertenezco a un grupo de tarados que de vez en cuando escribimos en torno a un tema, el último han sido "Mitos caídos, altares vacíos y cambios de escala" y este texto que va a continuación fue mi aportación.
Un besazo a todos (a ellas dos)
Sercepi
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Mi dios se llama Carlos.
Lo es desde que le ví por primera vez, en el pasillo del instituto. Era de esos repetidores que conoce todo el mundo porque van pasando de clase en clase, hasta que llegó a la mía.
El año que acabamos el instituto éramos la pareja de moda. No nos separábamos para nada, comíamos juntos, salíamos a bailar, al cine, me llevaba de compras, me regalaba flores, me escribía poemas... Mis amigas se morían de envidia y no paraban de repetirme que ya querrían ellas un novio así.
El me decía al oído que era «su diosa» y a mi me encantaba, porque él era mi dios.
El verano que él empezó a trabajar en el taller de su tío yo fui a Benalmádena con mis padres, y no me costó ni dos días convencerles para que le invitaran un fin de semana. Mi padre y él se llevaban de miedo y yo no paraba de escuchar los piropos que le lanzaba mi madre.
Cuando me hicieron fija en El Corte Inglés todo el mundo empezó a hablar de boda, hasta nosotros empezamos a montarnos en la cabeza como sería todo. Él me decía «te voy a ver por fin vestida como una diosa», y yo me ponía colorada.
Fue el día más feliz de mi vida, estaba toda la gente a la que yo quería, y Carlos estaba espectacular. Fue el novio perfecto, habló con todos, bailó con todas, nos reimos y disfrutamos como si nos fuera la vida en ello.
Volvimos de Egipto más enamorados que nunca. Y empezamos a amueblar el piso en Rivas con el dinero que nos habían regalado por la boda.
A Carlos le mosqueó que yo eligiera algunos muebles sin consultar con él y estuvo dos días sin hablarme, lo pasé fatal. Para intentar arreglarlo le compré una chaqueta, pero me pegó un grito y me dijo que yo no era su madre para ir por ahí comprándole ropa, me apartó de un empujón y se bajó a la calle. No me pude dormir hasta las cuatro cuando entró en la habitación y se metió en la cama y me susurró al oído «perdona mi diosa».
Las siguientes broncas me las tomé con más filosofía, intentaba no darle importancia a los gritos de Carlos cuando le molestaba algo que había hecho mal, porque al final siempre me acababa perdonando.
Un día le comenté a mi madre que Carlos y yo discutíamos a veces y me dijo que eso era lo más normal en los matrimonios jóvenes, que poco a poco iríamos acoplándonos, que me esforzase por conseguir que todo fuera bien y contentar a Carlos, y que al final ya vería como todo se arreglaba.
Creo que no me esforzé lo suficiente porque una noche, en la cena, Carlos me tiró el plato del pollo a la cara y me llamó de todo. Esa noche lloré mucho y no dormí nada. No le dije nada a mi madre por miedo a que me echara la bronca ella también.
Yo cada vez me sentía más torpe, no hacía nada a derechas, y Carlos cada vez estaba más enfadado conmigo. Llegaba a casa tarde porque me decía que prefería estar solo en un bar a aguantar mis tonterías. Una tarde llegué del curro agotada y me quedé dormida. Carlos llegó con hambre y cansado. Me despertó y me pegó un puñetazo y dos patadas en el costado. Por la mañana no pude ir al trabajo porque tenía el ojo hinchado y me dolía todo el cuerpo. Me desperté del susto que me pegó el de Interflora cuando llamó a la puerta y me dio la tarjeta que Carlos había escrito para acompañar el ramo de flores, «soy un tonto y tú una diosa».
Esa noche hicimos el amor como cuando éramos novios. Todo vovlía a ser como siempre. Mi dios había vuelto.
El siguiente puñetazo no recibió flores.
Mi madre me dijo ayer, cuando me acompañó a urgencias, que tenía que dejar a Carlos. Creo que también he decepcionado a mi madre. Soy un desastre y no valgo para nada, Carlos tiene razón.
Cómo voy a dejarle, el me necesita, yo soy «su diosa» y él... él es mi dios. |
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Y recuerda que la vida puede ser maravillosa.
Adiosito vecinit@.
Ostras amiga mía, que buena estas y a los amigos de tu papa cada día les gustas más.
El cuarto mono te enseña, el cuarto mono entretiene y yo te digo contento, hasta el post que viene
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