Una colina era más alta y más ancha que la otra, una torre era más esbelta que la otra, cada cual la miraba con sus propios ojos y la valoraban de diferente manera.
Con el tiempo se acostumbraron a vivir con los fantasmas que las habitaban perdiendo el miedo a cruzarse con ellos en la oscuridad.
Mirando el maravilloso mundo los dos desde un pequeño ventanuco de su reducida habitación.
Hasta que un día decidieron a asomarse a lo alto de su torre para ver y admirar todo en derredor.
Un día, cuando los dos se hallaban asomados en lo alto de la torre se cruzaron sus miradas y se gustaron. Con el tiempo se miraban y admiraban mutuamente, se mandaban gestos cariñosos y hablaban de un mañana juntos.
El hombre quería que los dos se encontrasen en el valle y que juntos se fuesen a conquistar una colina nueva para construir su propia torre juntos.
La mujer quería que el hombre conquistase su colina, subiese a su torre, la bajase de ella y que una vez abajo pensaría la posibilidad de irse juntos.
Un día el hombre se decidió a perder el miedo a los fantasmas de la mujer y le popuso a su vecina ir a la mañana siguiente a por ella y ella asintió.
Por la noche hizo los preparativos y al día siguiiente caminó colina abajo y subió la colina de su amada, pero al llegar a la puerta la encontró cerrada.
Volvió a su torre y desde allí la increpó preguntándole. Ella se disculpó y le dijo que al día siguiente la tendría abierta.
Al llegar el nuevo alba, el se encaminó hacia su amada, con todos sus enseres decidido a no dar la vuelta, pero se encontró que delante de la puerta había surgido un muro que, con todos los pertrechos que llevaba, se le antojaba infranqueable.
Volvió hacia atrás con su pesada carga y al llegar a lo mas alto de su torre le preguntó a la mujer por lo que pasaba. Ella le dijo que tenía miedo y que no se preocupase que le abriría hueco para que el pudise acceder a donde estaba ella.
Por la noche. el se deshizo de sus pertrechos y desnudo para poder ir lijero se encaminó resoluto al amanecer hacia su amada.
No pudo ni bajar de su colina, había crecido alrededor de la colina de la mujer un muro infranqueable tan grande que llegaba hasta su propia colina.
El hombre supo que jamás llegaría hasta ella, y al verla le preguntó porqué esos muros que ni siquiera ella podría saltar, pero ella no le respondió.
Durante la noche, el hombre se ató dentro de su propia torre para impedirse subir al día siguiente a ver a su amada, porque sabía que si lo hacía volvería a mirarla y volverían a crecer mas y mas muros, cada vez más altos hasta que le tapasen la vista al mundo desde el ventanuco de su habitación y ahogaran en oscuridad la torre de su amada.
En ese mismo instante se dio cuenta que ya le aterrorizaban hasta sus propios fantasmas por lo que decidió no moverse nunca más.
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Fábula recogida de:
"Diálogos intrascendentes con mi lado femenino 2 -
¿Por qué los fantasmas solo atacan de noche?"
de Joan B.
Pdt. Olvídate de castillos ni torres ni fantasmas, mejor que te toque en un sorteo o te regalen una casita de campo, con jardín para que jueguen los niños, con todos los servicios municipales cerca, intimidad, seguridad, auto abastecimiento de energía, etc. etc. Pongo énfasis en el sorteo o el regalo porque, como no te toque la loto, la hipoteca de eso estará por las nubes.
Pdt 2: Que alguien me facilite el teléfono de esa mujer que como arquitecto y albañil no tiene precio, di tu a Manolo que te haga el alicatado de la cocina en una hora porque la mujer levanta semejante murete en una noche y se te mea en el suelo.
Y recuerda que la vida puede ser maravillosa.
Adiosito vecinit@, ttg.
El cuarto mono te enseña, el cuarto mono entretiene y yo te digo contento, hasta el post que viene